Para empezar esta andadura vamos a romper el hielo a lo grande, como se hacen las cosas que molan y para ello les voy a hablar de un tema íntimo, peliagudo y que me ha trajo algún que otro disgusto pero sobre todo mucha felicidad y bienestar: hoy les voy a contar mi experiencia con la copa menstrual.
¿Cuántas de ustedes tienen una amiga que les ha hablado de las maravillas de la copa? ¿O, en cambio, son ustedes las que van contado los beneficios de usarla?
Yo he vivido las dos etapas. Durante mucho tiempo, varias amigas me tentaban a probarla, me aseguraban que mis días con las regla serían prácticamente un camino de rosas, que ni me iba a acordar de que estaba con la regla. “¡Exageradas!”, pensaba yo.
Para ser honesta, envidiaba esa sensación de “libertad” que veía en ellas, la regla no era un “pero” en ninguna situación, daba igual que el plan fuera playa, pasar la noche fuera, que quisieran ponerse un vestido… Es que daba absolutamente igual, porque para ellas, las incomodidades propias de la regla no existían. ¡Joder, que envidia más grande!
Yo siempre me planteaba la misma duda: “Si nunca me he sentido cómoda usando tampones ¿cómo voy a usar ese artilugio del demonio?” Porque sí, los tampones y yo nunca nos llevamos bien, lo sentía durante todo el tiempo, me dolía ponérmelo, en la playa o en la piscina enseguida notaba que se hinchaba y me resultaba aún más incómodo… En fin, que las compresas eran mi solución a esos días. Una solución que me parecía una auténtica castaña, pero era la única opción que me quedaba, porque en mi cabeza solo oscilaban dos alternativas: compresa o tampón. ¡Ay, alma de cántaro!
Tardé en decidirme porque, como nos pasa a muchos, lo nuevo asusta, aunque sea en una tontería como esta, pero es la realidad, salir de la zona de confort no siempre se nos da del todo bien, pero cuando me di cuenta de que mis vacaciones en Fuerteventura, Lanzarote y La Graciosa podían verse ensombrecidas con la presencia de la regla pensé: “¡Ahora o nunca!”
Así que, ahí estaba yo, a contrarreloj, buscando en Arrecife una farmacia que vendiera la copa menstrual, que créanme no fue tarea fácil. En muchas farmacias no sabían ni de lo que les estaba hablando, en otras sí conocían el producto pero no lo tenían y en otras, siempre las tienen pero justo ese día estaban agotadas. Bien, Claudia, la previsión no ha sido tu fuerte en este caso. Hasta que por fin di con una farmacia que sí la tenía, ahí estaba la IrisCup, incluso en varias tallas. “Mierda, ¿tallas?, ¿en serio? Supongo que será XL, como siempre” (Son bromas, no estaba tan perdida, pero hubiera molado decírselo así a la farmacéutica).
Así que, como si fuera Caperucita Roja con su cestita, “Lalaralalila, ya tengo mi copita” me fui al apartamento a estrenarla. Inocente… Si existiera un kamasutra para ponerse la copa, el “kopasutra” lo llamaría yo, ese día probé todas las posturas. TODAS. Desarrollé una elasticidad que me dejó asombrada: pierna para arriba, pierna para abajo, sentada, en cuclillas, en pie, de rodillas, acostada, en el baño, en el dormitorio… No sé cuánto tiempo estuve intentándolo, mucho, tanto que me desesperé y entristecí pensando: “Esto no es para mí, a todo el mundo le funciona y yo nunca podré sentirme cómoda con la regla”, no sé si fue fruto de la decepción pero tuve ganas hasta de llorar. Pero no me rendí. Lo dejé por un rato e intenté relajarme, siendo consciente de que es mi cuerpo y que está preparado para “aceptar” la copa pero que, precisamente esa zona, no reacciona bien a la presión y a los nervios, y que lo mejor era estar tranquila; lo sabía, pero no era fácil. Me volví a poner la compresa, me tumbé en la cama, me puse música mientras intentaba controlarla la respiración y pensar en cosas bonitas.
Ahí estaba la clave, en la relajación. En este segundo intento todo fue mucho más fácil, pude sentir como la copa se colocó prácticamente sola, porque gracias a que había logrado calmarme a poco que la introdujera ella se amoldó perfectamente a mi interior. Obviamente, después del momento de crisis al no poder ponérmela, tocaba vivir el subidón, la alegría y el sentirme poderosa, porque para mí fue todo un logro.
Así que para celebrarlo nos fuimos a pasar el día a Papagayo (sueño cósmico de playa) y me pasé el día alucinando porque me sentía tan cómoda que no parecía que tuviera la regla, no sentía que nada dentro de mí se hinchara al bañarme, no me molestaba al sentarme, no sentía el goteo… “¡Oye, pues al final mis amigas tenían razón, no parece que tenga la regla!”
Pero claro, yo, que soy muy lista, me vi venir el drama: “Si me siento tan sumamente cómoda, debe ser que la copa está en los más profundo de mi ser… ¡a ver cómo me quito esto ahora!” Efectivamente no fue fácil, ni tampoco rápido: la crisis había vuelto a llegar. Una vez más, puse a prueba mi flexibilidad: “Guuauu, ¿en serio puedo llevar la pierna tan arriba?”, pero no había manera, creo incluso que eso estaba cada vez más adentro, de hecho, pensé en toser fuertemente a ver si salía por la boca, también pensé en ir a urgencias a que me hicieran una cesárea para sacar la copa si era necesario (sí, yo también puedo ser una dramática).
Recordé lo que había sucedido por la mañana al ponérmela, ya sabía que hasta que no me relajara no iba a conseguir nada, así que de nuevo recurría a la mejor terapia: música y respiraciones. Y así lo volví a conseguir. Otra vez me sentí poderosa y me aplaudí. ¿Ustedes no se aplauden?
¡¡¡ATENCION!!!PARA CERO DRAMAS!!! PULSA PARA VER EL VIDEO EXPLICATIVO 😉
Las veces posteriores fueron totalmente diferentes, no quiero decir que fuera cuestión de segundos, pero ya sabía que estar relajada era la clave y me conocía un poco mejor en ese aspecto, por lo que partía de una buena base y así, mes tras mes, regla tras regla, la IrisCup y yo nos fuimos haciendo amigas, nos caíamos bien y en seguida nos convertimos en inseparables durante unos días al mes.
A día de hoy puedo decir que hace mucho que vivo las reglas sin acordarme de ellas, sin molestias, sin pensar que tengo que llevar compresas en el bolso para cambiarme, toallitas, una braguita de cambio por si las moscas… Puedo estar todo el día fuera de casa sin ningún problema, dormir con ella, hacer deporte, ir de compras (antes de usar la copa para mí era impensable probarme ropa con la regla)… En fin, que a riesgo de sonar exagerada, me ha cambiado la vida en mis días rojos, me lo ha hecho todo tan fácil que ya no puedo imaginar pasar esos días sin ella.
Por todo esto y por motivos económicos, ecológicos e higiénicos, no hago más que recomendar el uso de la copa a toda mujer que se muestra dubitativa al respecto, porque sin duda para mí ha sido toda una revolución y revelación, ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en lo relativo a mis cuidados íntimos.
Si te has quedado con ganas de conocer algo más sobre la IrisCup, puedes conocer sus detalles, características, material…
A mí no me queda nada más que añadir más que dirigirme a todas aquellas mujeres que se están planteando usar la copa: HAZLO. Pueba, inténtalo, no desesperes, nuestro cuerpo está preparado para recibirla, solo tienes que confiar en ti, en tu cuerpo y no convertirlo en una tortura, sino en una alternativa que te va a poner muy fácil los días más complicados que vivimos mes tras mes como mujeres. No te vas a arrepentir.